martes, 31 de marzo de 2015

Historias de Jota. Parte IV


Las ocho de la mañana. Sonó el despertador. Nadie lo apagó.
Jota ya estaba en la ducha. Casi no había pegado ojo en toda la noche e intentaba disimular un poco su cara de cansancio. Se hizo el café, se lo bebió y se fue al trabajo. No podía quitarse de la cabeza, además de a Ariadna, el mail de anoche. ¿Quién lo envió?  ¿Fue ella?
Estuvo repasando durante gran parte de la noche la lista de personas que conocían su historia, y que además supieran que ella estaba aquí. Nadie y a la vez todos eran sospechosos. ¿Quién quería jugar con él a ese juego tan perverso?
El aparcacoches le saludó, pero sólo recibió como respuesta una mirada interrogatoria. Durante su viaje hacia el trabajo se le escapó una pequeña sonrisa al darse cuenta de que el pobre hombrecillo nunca podría tener culpa alguna de su situación actual.
Hoy había atasco en la autopista. Tuvo que dar varias vueltas por la zona para encontrar un aparcamiento. Por fin llegó a la oficina, puntual pero por los pelos. Algo bueno debía tener el no haber dormido casi nada y así haber adelantado su ritual mañanero. Saludó a sus compañeros, como de costumbre, y se dirigió a su mesa. Estaba decidido a descubrir al remitente del mail y no iba a dejar de espiar a todo el mundo, incluso al primer sospechoso de su lista… Ariadna.
El día pasó con más pena que gloria. Trabajo y más trabajo, y sin pistas sobre ese mail. Incluso tuvo que aguantar que un compañero le dijera que se fuera a casa, que no tenía buena cara y seguro que estaba incubando algo. No le volvió a decir nada más en todo el día, seguramente tendría algo que ver la mirada con la que Jota contestó a su compañero.
Hubo unos cuantos intentos de hablar con Ariadna, pero no pudo encontrar el momento entre tanta gente, reuniones y trabajo. También intentó rastrear el mail, pero sin éxito. Quiso repasar la lista de personas que tenían su dirección de mail, pero no hubiera servido de nada y era un listado interminable.
Ni siquiera bajó a media mañana a tomar un café a la cafetería que solía frecuentar. Ya conocía bastante al dueño, y seguro que le hubiera venido bien conversar con él para distraerse y dejar de pensar en todo lo que le estaba sucediendo. El dueño era un hombre mayor, que montó el negocio hacía muchísimos años. Si a eso le sumabas su edad, se convertía en la persona ideal para dar buenos consejos, además de contar unas historias increíbles.
Pensó que tal vez algún día invitaría a Ariadna a tomar algo allí.
Ya era la hora de salir. Estaba terminando de recoger la mesa y apagando el ordenador cuando escuchó una voz detrás suya. Durante un instante pensó que había sido una ilusión, pero al girase allí estaba Ariadna, invitándole a tomar algo si no tenía otro plan.



lunes, 30 de marzo de 2015

De repente



Y de repente todo cambia. Vuelves a tener sentimientos olvidados, guardados durante años en el desván. Te vuelven las ganas de todo, de disfrutar de todo. Te encantan los días de sol, de lluvia, nublados…
Llegan noches en las que sueñas con la última visión que tuvieron tus ojos, y deseas despertarte para volver a ver su cara, aún dormida. Dormir con alguien adquiere un nuevo significado, y despertar con ella… ¡uff, despertar con ella!
Intentas mantener tu antigua rutina, pero ya nada es lo mismo. Sólo deseas su compañía, sus abrazos, sus besos; esas conversaciones hasta altas horas de la madrugada que hacen preguntarte cómo puede haber pasado tan rápido el tiempo. Y te callas cosas que dices con la mirada, palabras que dices con besos y frases que dices con caricias.
Quieres ir día a día, pero tu mente te traiciona y te encuentras de repente haciendo planes. Planes que desearías fueran menos complicados.


Y te preguntas cómo ha pasado y cómo ir despacio cuando vas en un Ferrari.

viernes, 27 de marzo de 2015

¿Cómo?



¿Cómo quitarte de mi cabeza?
¿Cómo dejar de pensarte cuando todo me recuerda a ti?
¿Cómo conseguir concentrarme en lo que hago si estoy impregnado de tu olor?
¿Cómo quitarme esta tonta sonrisa si lo único que veo eres tú sonriendo?
¿Cómo caminar normal si haces que camine sobre nubes?
¿Cómo puedo dormir mal si mi alma está contigo cada noche?
¿Cómo despertarme con el pie izquierdo si mi primer pensamiento es para ti?
¿Cómo no fundir la batería del móvil si lo reviso a cada momento?
¿Cómo poder tener frío si enciendes mi hoguera?
¿Cómo puedo mirar otros ojos cuando los tuyos me tienen hipnotizado?
¿Cómo ver nubes cuando tu sol me deslumbra?
¿Cómo no decirte lo que siento si haces que piense en voz alta?
¿Cómo no estremecerme cuando me rozas?
¿Cómo no derretirme cuando me tocas?
¿Cómo no acelerar mis pulsaciones cuando me miras como lo haces?
¿Cómo callarme algo que mis ojos gritan?
¿Cómo no sentirte cuando tus lágrimas son tan sinceras?
¿Cómo vivir hoy si ya te deseo mañana?

¡Dime tú cómo!


miércoles, 25 de marzo de 2015

Hay



Hay noches que no consigues olvidar.
Hay sitios que siempre tendrás en el recuerdo.
Hay caricias que te hacen viajar.
Hay gestos que te alegran por dentro.
Hay sonrisas que te hechizan.
Hay risas que te contagian.
Hay roces que te erizan.
Hay pensamientos que te embriagan.
Hay besos que te funden.
Hay respiraciones que cortan la tuya.
Hay luces que te detienen.
Hay sudores que te suben a la luna.
Hay abrazos que te derriten.
Hay palabras que te asombran.
Hay miradas que te pierden.
Hay conversaciones que te encantan.
Hay dolores que no te duelen.
Hay pesos que no te pesan.
Hay impulsos que te vienen.
Hay ganas que no cesan.
Hay cosas que no se cuentan.
Hay otras que no se escriben.
Hay nombres que no se nombran.

Hay momentos que se viven.

lunes, 23 de marzo de 2015

Historias de Jota. Parte III


Al finalizar la reunión, Ariadna se despidió personalmente de todos los allí congregados. Tal vez fue coincidencia, pero Jota fue el último de los reunidos a los que despidió. Fue fría y distante. No como de jefe a empleado, sino como de compañero al que acabas de conocer y aún mantienes una distancia. Eso terminó de desconcertar a Jota. ¿No se acordaba de él, o aquello que  a Jota le marcó de por vida no fue nada para ella?
De camino hacia su mesa no podía quitarse ese pensamiento de la cabeza. ¿Le ignoró? ¿No se acordaba de él? ¿No le reconoció? ¿Se estaba burlando de él? O peor aún, ¿se estaba vengando por algo que él no conseguía recordar?
El resto del día no consiguió centrarse en el trabajo. No podía quitarse a Ariadna de la cabeza. Incluso estuvo a punto varias veces de entrar en su despacho y hablar con ella. Pero no se atrevía. No sabía si podría soportar que le hubiera olvidado, que para ella hubiera sido sólo un juego lo que para él fue el gran amor de su vida.
Llegada la hora de salir del trabajo cogió fuerzas y, sin pensarlo, fue a su despacho a despedirse, y así comprobar su reacción y saber por dónde iban los tiros. Y allí estaba ella, sentada detrás de su mesa, con la cabeza agachada, revisando unos papeles. La luz del sol entraba por la ventana, haciendo que su pelo rojizo iluminara parte del despacho. Incluso por un momento juraría haber visto su aura rodeándola. Se volvió a quedar helado, sin conseguir articular palabra hasta que ella levantó la vista y lo miró a los ojos. Lo único que consiguió salir de su boca fue un “hasta mañana”, frase que ella repitió con una sonrisa, mezcla de simpatía y “te conozco”, lo que aún desconcertó más a Jota.
Camino de casa no pudo parar de pensar en todo lo ocurrido ese día. El coche llegó a casa como por arte de magia, como si tuviera piloto automático. Aparcó, bajó del coche y se dirigió a casa. Una vez dentro, dejó las llaves en la cesta del mueble de la entrada. Se sentó en el sofá y se quedó mirando al vacío. Le invadió un sentimiento de rabia por no haber hablado con ella. Sabía que iba a ser una noche larga, de insomnio, de no parar de pensar en ella, como así sería. De pronto sonó el móvil, lo que hizo que pegara un salto del sofá. Era un mail. El remitente estaba oculto y dudó en abrirlo por si fuera un virus. Pero le pudo más la curiosidad y terminó abriéndolo.
Se le heló la sangre al leerlo. El mail sólo contenía una palabra: “¿Sorprendido?”


Momentos



Hay momentos en los que no te apetece escribir, no tienes ganas de contar nada. O simplemente la inspiración se ha ido a visitar al futuro premio Cervantes.
Y hay otros momentos en los que escribirías sobre todo, que las ideas se colapsan en tu mente. Tienes ganas de escribir historias. Ganas de contar secretos que no quieres guardar, que quieres que lo sepa todo el mundo, que quieres gritarlos a los cuatro vientos.
Hay momentos en los que tienes una extraña euforia interior que ves historias que contar en cualquier cosa, que vas por la calle con cara de tonto, que los amigos saben que te pasa algo, que caminas sobre nubes, que te ríes con cualquier cosa. Momentos en los que cada dos por tres te encuentras gastando la pantalla del móvil, volviendo a leer por enésima vez conversaciones de otros días; o mirando al vacío recordando momentos que aún te ponen los pelos de punta, o besos que aún te estremecen.
Momentos en los que tienes que disimular algo que es imposible de hacer. Cualquier detalle te delata: una mirada, una sonrisa… un roce.


Hay momentos en los que simplemente… eres feliz.

¡Gracias!

jueves, 19 de marzo de 2015

Día del padre



Aún te echo de menos cada día. Aún lloro con tus fotos, con tus recuerdos. Aún me cuesta hablar de ti. Y todavía huyo de la gente cuando comentan tus historias. Incluso aún lloro cuando escribo sobre ti, como ahora.
Creo que, aunque ya lo tengo asimilado, y cada año me afecta un poquito menos, nunca podré dejar de emocionarme cuando llega este día.
Como padre me hace muy feliz cuando mis hijos me felicitan este día. Pero como hijo… me rompo por dentro al no tenerte aquí con nosotros para poder abrazarte y besarte.
Sé que a veces vienes a visitarnos. Si puedes, ven hoy a darme un abrazo. Yo te esperaré despierto y te buscaré en mis sueños.

Feliz día del padre.



¡Joder! ¡Cómo te echo de menos!

martes, 17 de marzo de 2015

Los abrazos



Abrazos, una forma de compartir, de demostrar un sentimiento a alguien.
Cuando alguien te da una buena noticia, tienes ganas de abrazarle para compartir tu felicidad.
Cuando alguien te hace partícipe de su gran noticia, también le abrazas, compartiendo así su felicidad.
Cuando ves sufrir a alguien, lo que más deseas es darle un abrazo para demostrarle que no está solo, que estás ahí para compartir su dolor.
Y en el amor… ¿Hay algo más bonito que dormir abrazados? ¿O ver una película o una puesta de sol abrazaditos?
Hay abrazos que levantan algo más que el ánimo.
Incluso a veces abrazas simplemente porque te apetece abrazar a esa persona para sentirla cerca de ti.
Hay abrazos suaves, tiernos, cariñosos. Otros que aprietas tanto que puedes hacer crujir sus huesos sin querer.
Un buen abrazo te hace estar mejor, te da seguridad, confianza, te relaja, te alivia las tensiones. Incluso pueden llegar a decir más que unas bonitas palabras.
En todo abrazo das y recibes al mismo tiempo.
Pero lo más importante es que siempre sean sinceros.


Practicadlos y veréis cómo os gustan tanto que los daréis hasta sin daros cuenta.


lunes, 16 de marzo de 2015

A veces



A veces pasan cosas sin proponértelas, sin darte cuenta.
A veces, el “¿te hace un último café?” puede llevarte a un café especial, el cual no quieres que acabe.
A veces una larga conversación puede acabar en unas palabras silenciosas por una mirada, y silenciadas por un beso.
A veces los puntos se convierten en comas.
A veces los espacios encogen, la gente de tu alrededor desaparece, o simplemente se quedan mudas.
A veces los latidos del corazón no dejan escuchar la música de fondo.
A veces no consigues dormir, sin saber muy bien el motivo. O las pocas horas de sueño te reponen más que una larga visita a los mundos de Morfeo.
A veces escribes, respondes y conversas, y lo único que te hace regresar al mundo es el sonido de una batería baja.
A veces deseas que el tiempo pase rápido, y después corre demasiado.



A veces pasan cosas sin proponértelas, sin darte cuenta… O puede que  no sea así.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Historias de Jota. Parte II


Ahí estaba ella, frente a Jota. De repente su mente comenzó a viajar por los recuerdos y volvió a revivir unos sentimientos que había intentado olvidar durante años. No supo exactamente cuánto tiempo estuvo convertido en estatua de sal, pero no reaccionó hasta que un compañero le tocó en el hombro señalándole dónde tenía una silla libre. La nueva jefa le saludó con un simple “buenos días”, al que Jota respondió con su habitual buena educación.
Durante las dos horas de reunión, Jota no pudo concentrarse. Su mente seguía viajando por su pasado. Recordaba cómo hace tiempo, al comienzo de unas vacaciones de verano y con dieciséis años, conoció a Ariadna.
Ariadna era una chica de pueblo, pero bastante más espabilada que la mayoría de jóvenes que vivían allí. Tenía casi dos años más que Jota, el pelo ondulado, de color rojizo oscuro (tal vez por eso a Jota siempre le volvieron loco las pelirrojas). Era un poco más baja que él. Sus ojos eran de color miel, grandes y con una mirada que conseguía hechizar al mejor brujo del reino. Nariz respingona, a juego con una boca perfecta, con labios carnosos perfectos, dientes colocados perfectamente y una lengua suave y juguetona. El cuerpo iba completamente acorde con aquel maravilloso rostro.
Jota venía de la ciudad y, aunque como buen caballero, nunca alardeó de ello, ya había tenido algún contacto con el sexo femenino. Pero con Ariadna, todo lo aprendido pareció no servir de nada. De día paseaban en pandilla por el pueblo. Por la noche salían de copas al único pub que había en aquel pueblo, donde se reunían todos los jóvenes. Allí Jota se lo pasaba mejor que bien entre amigos y copas. Pero lo mejor venía al final, a la hora de la despedida. Cuando ya se despedían de los amigos y Jota acompañaba a Ariadna a su casa, era como viajar a un planeta nuevo, descubriendo cada rincón y dejándose embriagar por la adrenalina de una nueva experiencia. Jota aprendió mucho de ella. Incluso ella aprendió algo de él. La verdad es que fue un amor de verano que Jota nunca pudo olvidar, donde llegó a sentir algo que nunca más se repitió. Si bien es verdad que tuvo bastantes relaciones después, incluso alguna de ellas serias, nunca llegó a sentirse tan lleno como le hizo sentir Ariadna.
Se despidieron la última noche de aquellas vacaciones, siendo conscientes de la distancia que les separaba, pero con la firme promesa del recuerdo eterno. Esa noche se lo dieron todo el uno al otro. Noche de pasión y amor que no podría describir ni el mismísimo Shakespeare. Noche de besos, caricias, sudor y gemidos que hasta la Luna cerró los ojos asombrada por lo que no había visto en todos los años de su existencia y envidiosa porque nunca tendría algo tan puro y tan grande como era el sentimiento que invadía a esa pareja.


lunes, 9 de marzo de 2015

Qué corta es la vida


Me despierto. 
Mientras voy abriendo los ojos veo como se va marchando el sol. 
Decido que es un buen momento para dar una vuelta. 
Salgo y me dejo llevar por el viento. 
A veces pienso que todo el mundo está en mi contra, que van a por mí. 
Me paro a picar un poco y continuo con mi pequeño viaje. 
Me paro a descansar en un banco y observo a la gente. 
La verdad es que nunca los podré entender, son de otra especie. 
Sigo avanzando y veo a lo lejos a una chica. Es rubia, piel blanca y mofletes colorados. 
Me voy acercando a ella y pienso que me encanta su cuello.
 Decido ir a por ella, pero algo me detiene de golpe. Es un cristal. No importa, buscaré la puerta, estoy decidido. 
De repente se hace más oscuro. Algo enorme se dirige hacia mí. 
Esta vez no conseguiré escapar. 
Adiós.




Es dura la vida de un mosquito.


jueves, 5 de marzo de 2015

Historias de Jota. Parte 1


Historias de Jota

Eran las ocho de la mañana. Como cada día, Jota apagaba el despertador y se levantaba entre bostezos y estiramientos. Una ducha, un café y a trabajar. Mientras bajaba por el ascensor pensaba que hoy era uno de esos días en los que te levantas con una sensación diferente, de que algo iba a pasar. Como siempre Jota saluda al aparcacoches que hay siempre debajo de su casa, llueva o nieve siempre está ahí. Era un hombre pequeño, de unos sesenta años y aspecto de haber pasado no muy buena vida, pero sonriente y con ganas de hablar. Hasta la sonrisa de medio lado del hombrecillo le resultó ese día diferente a Jota.
Arrancó el coche y se dirigió a la oficina. Hoy todo le resultaba extraño. Por un momento tuvo la sensación de que los coches con los que se cruzaba se apartaban para que pudiera llegar antes al trabajo. Incluso al llegar, encontró fácil aparcamiento en un sitio donde había que dar varias vueltas a la manzana para, con mucha suerte, encontrar un sitio donde aparcar.
Entró en la oficina. Sus pulsaciones estaban un poco más aceleradas que de costumbre a esas horas de la mañana, cuando normalmente aún tiene partes de su cuerpo que no se han terminado de despertar. Saludó a sus compañeros como cada mañana y, después de algún comentario sobre el partido de fútbol de anoche, se dirigió hacia su mesa. Debido a los últimos recortes en la empresa, donde antes trabajaban cuatro personas, ahora sólo estaba él. Su mesa estaba llena de papeles, colocados en un orden que sólo él conocía. Cada día intentaba tener su mesa limpia y ordenada, pues el desorden le ponía nervioso, pero debido a la cantidad de trabajo que tenía normalmente debido a estar sólo, no siempre conseguía tenerla a su gusto.
Antes de que pudiera sentarse, apareció una compañera que le anunciaba que la reunión de las nueve y media se había adelantado. Hoy iba a ser una reunión especial, puesto que se presentaba el nuevo jefe de la sección, su jefe directo. Echaría de menos a su antiguo jefe. Aunque tenía sus manías, habían hecho buenas migas y, al estar tanto tiempo trabajando codo con codo, hasta se habían hecho amigos. A Jota no le gustaban los cambios, así que prefería que su antiguo jefe no se hubiera jubilado antes de tener que trabajar con un nuevo jefe del que no se sabía nada en la oficina. Ni siquiera la “maruja” de la empresa había conseguido descubrir algo sobre ese nuevo fichaje. ¿Por qué tanto secretismo? Tal vez fueran paranoias de Jota, pero no dejaba de ser extraño no conocer nada de su nuevo “compañero”.

Jota se dirigió a la sala de juntas. Aprovechó el reflejo en uno de los ventanales de la oficina para comprobar su apariencia, la cual no le disgustó del todo. Abrió la puerta y, de repente, sus músculos dejaron de responder. Sus ojos dejaron de pestañear. Su corazón dejó de hacer su función de bombear sangre a todo su cuerpo durante un rato. La gente que ya estaba sentada alrededor de la gran mesa rectangular desapareció de su campo de visión. 
Sólo podía ver al nuevo jefe, o debiera decir… “conocida jefa”.

martes, 3 de marzo de 2015

Optimista



Qué es ser optimista?

Básicamente es el que siempre suele ver el vaso medio lleno, y no medio vacío.

Yo diría que hay dos tipos de optimistas: El que siempre ha tenido el vaso lleno, y el que ha conocido el sufrimiento de tener un vaso completamente vacío.

Una persona que ha conocido el lado negativo de la vida y ha conseguido salir airoso, se convierte en un ser diferente, un ave Fénix. Alguien que ha conseguido salir de las calderas del infierno tiene la piel curtida. Piel cuya dureza es proporcional a la cantidad de cicatrices que tenga. Esa persona consigue verlo todo de manera diferente, con un punto de vista fresco y alegre. Es una persona que consigue contagiar al que esté a su lado. Consigue sacar una sonrisa al que lo esté pasando mal, aunque hayan empezado llorando. Con un grado de empatía más allá de lo normal. Alguien a la querríamos tener siempre cerca pues, aunque no te des cuenta, tu vida mejora cerca de un optimista.

Por supuesto, todo optimista tiene corazón, por muy dura que tenga la piel. Así que también tiene sus momentos de debilidad. Pero se suelen reponer rápidamente. Hay optimistas a los que no verás nunca de bajón, pues algunos tienen la capacidad de disimular tanto sus problemas o tristezas, que cuesta darse cuenta por muy bien que lo conozcas.




Si conocéis a alguien así, no lo dudéis y agarraos fuertemente a esa persona, que cuanto más dure su compañía, más felices seréis.

Y visto cómo está el mundo, deben estar en peligro de extinción.