martes, 23 de agosto de 2016

Aún no es tarde


A veces decimos cosas sin pensarlas. Vamos acumulando tanto dentro que cuando lo soltamos no suele ser ni en el lugar apropiado ni de la manera correcta. No nos damos cuenta del daño que podemos llegar a hacer a las personas que queremos, o cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde. A veces nuestro estúpido orgullo nos puede llevar a una vida de soledad, una vida sin amor ni cariño. De nada sirve arrepentirse cuando ha llegado tu final, de nada sirve descubrir que has perdido el amor incondicional de los tuyos por ser como nunca quisiste dejar de ser. Cuando te das cuenta de que estás sólo ya es tarde para recuperar lo que ahora darías lo que fuera por tener: una familia.


Me gustaría decirte que aún no es tarde, que estás a tiempo de arreglar el estropicio que has causado. Que aún no se ha apagado la llama de los que obligaste a alejarse de ti. Corre el riesgo de que nada sea lo mismo, de que no te perdonen del todo. Corre el riesgo y pide perdón ahora que aún no es tarde. Hazlo ayer, o llegará el mañana y querrás cambiar toda tu vida por un minuto de lo que pudo haber sido.



Pequeños valientes


Desde que nací me educaron para ser un explorador. Vivo junto a mis hermanos y hermanas en una ciudad bajo tierra, pues en la superficie hay una especie superior que nos quiere exterminar. Junto a otros muchos exploradores salgo cada día a buscar alimentos para que la ciudad pueda seguir adelante. Somos una raza de valientes porque, aún sabiendo el peligro que nos rodea en cada salida, no lo dudamos ni un segundo. Mi madre, la reina, está orgullosa de nosotros y nos da total libertad de horario y destino. Es difícil mantener una ciudad con tantos individuos, por eso asigna un trabajo a cada uno para mantener un estado de paz y producción continua. Somos pequeños, pero tremendamente fuertes. Aún así muchos no regresan, son cruelmente asesinados por esos seres extraños o devorados por animales de todo tipo del exterior, por eso cada noche nos reunimos todos y la reina dice unas palabras en su honor, recordándonos que esta es la vida que nos ha tocado vivir y debemos llevarlo con orgullo y que sólo en el hormiguero podemos estar seguros y no sobreviviríamos  si no trajéramos comida, aunque eso nos pueda costar la vida.




Historias de Jota. Parte V. Final




Era viernes, así que no importaba si hoy se hacía tarde. Se le hizo eterno el tiempo hasta la hora en que habían quedado. Le dio tiempo de ducharse y afeitarse, por lo menos estaría un poco más presentable.

No sabía a qué había venido la invitación, qué se iba a encontrar. ¿Sería una reunión de trabajo? ¿Sabía quién era y quería hablar de todo este tiempo? Mil preguntas le venían a la cabeza, y ninguna respuesta. Estaba ansioso por verla y hablar con ella, incluso aunque sólo fuera hablar de trabajo.

Llegó la hora. Prefirió esperarla fuera del restaurante. Además, la temperatura del mes de Junio era ideal. Por lo menos hasta que la vio llegar.

Llevaba un vestido rojo ajustado, zapatos de tacón no apto para los que sufren de vértigo, pelo suelto y pintalabios a juego con el vestido. Su andar era decidido y su mirada conseguiría derretir un iceberg en cuestión de segundos. Los dos besos fueron agradables y relajados. Se sentaron al fondo del restaurante, en un reservado apartado de la gente. Pidieron una copa de vino y hablaron de trabajo hasta que llegó la cena. Jota estaba nervioso, no sabía cómo sacar el tema. Prefirió dejarse llevar y ver cómo transcurría la noche. Iba a meterse el primer bocado en la boca cuando ella le preguntó:

-         - Jota, ¿tú te acuerdas de mí?

Casi se atraganta. Cómo decirle que nunca la había olvidado. Cómo contarle que creía que lo había superado y que cuando la volvió a ver deseó abrazarla. Pero antes de poder contestar ella continuó:

-         - Porque la verdad es que yo no he podido olvidarte.

A Jota se le hizo un nudo en la garganta. ¿Qué contestar? ¿Cómo decir lo que sentía con el tacto suficiente para no asustarla? Cogió aire y mirándole a los ojos, le contestó:

-          - Pues sí, Ariadna, claro que me acuerdo de ti. Y me ha gustado mucho volver a verte después de tanto tiempo. La verdad es que me has traído muy buenos recuerdos.

Una vez relajado, hablaron muy a gusto durante toda la cena. Incluso hubo momentos en los que parecía que no hubiera pasado todo ese tiempo desde aquel verano. Pero esa calma terminó cuando se acercó la hora de la despedida. Por la cabeza de Jota se le pasó besarla directamente en lugar de los dos besos de rigor, pero no se atrevería, no era el momento.

Y pasó. Dos besos en la mejilla, un abrazo, y de repente se encontró besándola, sin saber cómo había llegado hasta sus labios. Ella se separó inmediatamente, le miró fijamente a los ojos y, justo cuando Ariadna se disponía a hablar, sonó el despertador. Todo había sido un sueño que Jota no se pudo quitar de la cabeza en mucho tiempo.




FIN






viernes, 19 de agosto de 2016

Alguien como tú



En tu vida se cruzan muchas personas. Unas pasan desapercibidas, que no dejan casi recuerdo. Otras se quedan un tiempo, dándote experiencia o curtiendo tu piel. Las hay que están muy poco tiempo y te dejan un aroma imborrable y las hay que están mucho tiempo pero no llegan a dejar una huella profunda.

Pero luego hay esa persona que llega cuando menos te lo esperas, la que sin saber cómo te impregna de su perfume, te invade con su esencia hasta partes tan profundas de tu ser que ya no la puedes arrancar de tu alma. Esa persona que divide tu vida en un antes y un después. La que tambalea tu mundo con una simple sonrisa o una mirada. A quien no puedes quitar de tu mente ni un segundo. La que convierte, en su ausencia, los días en semanas. La que hace de un beso una puerta a otro mundo, de unas palabras un vuelo por las nubes o de un abrazo un calmante. Quien te elige para entregarte todo su ser y a quien dejas entrar en tu interior cerrando, con una llave tirada al mar, un candado de acero valyrio que no puede romper ni el mayor de los terremotos.



Alguien como tú.







miércoles, 17 de agosto de 2016

De vuelta


Pues sí, ya he vuelto. Se acabaron las vacaciones (que no el verano), y regreso a la rutina. Atrás dejo los días de playa, paseos y disfrute sin mirar el reloj, sin preocuparme por la hora de vuelta ni los kilómetros. He disfrutado mucho, más de lo que pensaba, y ha sido gracias a esta increíble familia que poco a poco se va compenetrando.
Me ha encantado disfrutaros!